En Michoacán, en el 2023, se sembraron 200 mil hectáreas y la producción de aguacate alcanzó casi dos millones de toneladas, de acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, lo que mantiene al estado como el principal productor a nivel nacional y el principal exportador. Sin embargo, se cosecharon 160 mil ha, es decir, se perdieron 40 mil ha.
Algunas de las causas de las pérdidas de las cosechas son las plagas, las enfermedades, la selección de las tierras (relieve, climas y suelos) y el manejo agronómico del cultivo. La pérdida de la biodiversidad es una de las grandes consecuencias del enorme tamaño de la superficie cultivada con aguacate, además de la erosión, la contaminación de los cuerpos de agua con sedimentos y agroquímicos. Por si esto no fuera poco, también se presenta la desecación de los lagos y el cambo climático.
Por todo lo anterior, la controversia por el cultivo del aguacate continua, aguacate si para los dueños de la tierra versus aguacate no, para los preocupados por el ambiente, ambos con sus razones válidas. Sin embargo, yo pienso que el debate debería ser: ¡aguacate donde si versus aguacate dónde no!

El árbol de aguacate necesita de suelos profundos y porosos para vivir, desarrollarse y ser productivo, idealmente del tipo conocido como Andosol (Tupere en la sabiduría purepecha). Sin embargo, en Michoacán el culto de aguacate se desarrolla tanto en lomas y montañas, lo que implica una gran variedad de geoformas, microclimas y tipos de suelo, “los suelos están en parches, en mosaicos de varios colores, profundidades y fertilidades diversas”. En una montaña puede haber tres tipos de suelos, pero con hasta 20 variantes o subtipos de suelo, incluso en las mismas huertas de aguacate, cada uno de ellos con distintas propiedades y potencial productivo y ambiental. Estudiar dichos suelos se vuelve fundamental para entender sus propiedades físicas, químicas y biológicas para generar un tipo de manejo específico en cada variante de suelo.
La misma lógica aplica para el uso de agroquímicos; un suelo adecuado, bien estudiado y manejado, permite un uso más racional de fertilizantes y plaguicidas; hay huertas, que ni siquiera utilizan riego adicional, con la lluvia del temporal les es suficiente. Esto sucede porque algunas variantes del grupo Andosol retienen adecuadamente la humedad, por supuesto que en otros casos si se requerirá riego suplementario, y con mayor razón si el suelo no es del grupo Andosol.
En México, no contamos con suficientes agrónomos especialista en el manejo agronómico-científico del aguacate. De la misma manera, no se cuenta con la cantidad y calidad suficiente de edafólogos (estudiosos de las ciencias del suelo), dicha ciencia se ha descuidado durante los últimos 30 años, cerrando laboratorio y posgrados sobre el tema. En aquellas profesiones relacionadas con la producción de alimentos, el manejo de bosques y recursos naturales y afines, no otorgan una instrucción sólida en edafología, sin embargo, esta clase de formación se puede encontrar en opciones como el “Diplomado en edafología aplicada” que cada año se imparte en el CIGA.
Además, en el caso del árbol de aguacate, es necesario estudiar el perfil completo del suelo (1 a 2 m de profundidad), no únicamente la llamada “capa arable”, concepto utilizado durante el siglo XX en el cultivo de especies anuales (los primeros 20 centímetros). El cultivo del árbol depende del volumen total del suelo.
En el diplomado en edafología aplicada se forman aquellos actores (agrónomos, geógrafos, biólogos, forestales y agroecólogos) que intervendrán en la producción de alimentos, no solo aguacate, sino en general la producción agrícola, que, en todos los casos y regiones, se beneficia de incorporar las herramientas que brinda la edafología, un esfuerzo que además se replica de forma anual, en el verano, y que se encuentra abierto a la participación de diferentes perfiles interesados.

En relación con el aguacate, las interrogantes que se pueden responder desde la edafología son dónde sembrar y cómo manejar cada tipo de suelo; hacerlo así, incorporando la visión edafológica, permitirá incidir en la sustentabilidad de este cultivo y fortalecer su cadena de valor, siempre con la base del conocimiento científico y técnico.
Un manejo científico y completo de los suelos redundará en una mayor y mejor producción de aguacate, el mejoramiento del ambiente (cuerpos de agua), mejor economía y mejorr salud humana.